Le ruego al alto cielo el fin de todo mañana porque yo estoy llorando, porque yo no sé cómo terminar un verso sin decirle adiós a los árboles de plata tan cansados de esperar los diamantes del fuego violeta. Oh impura mirada, yo quería poseer y me convertí en veneno, cuando todo era un dejar en libertad, amarga. El verso es el hombre. El verso más cruel es el Hijo del Hombre. Le ruego sagradamente al bajo cielo el fin de todo mañana porque yo no sabría cómo levantar la bandera de la carne, bendición de las estatuas, la precisión aniquiladora y dulce del rayo, el exceso de lucidez, se diría, sólo ha sido un martillo galopando violentamente en las venas del tiempo, el sol es una herida en el cielo, ah, y se despeña y se despeña el vaso insolente de la eternidad, los hombres lloran a sus muertos, Señor, los lloran -no es necesario ver y tocar el costado de las lágrimas-, dime dónde estamos, dónde perdimos el camino en el camino, dónde se nos ocultó la vida, dónde estamos, oh mi corazón amedrentado de visiones, extraviamos los puentes en un juego de cartas, oh mi corazón, ya todo es invisible, escucha, volver es lo irremediable, existe una ley que somos y que olvidamos, entramos en el juego y no hay un salir, el Bardo es el culpable, túneles, Ascenso al Empíreo, las máscaras no lo soportan, personae, abismo luminoso de mariposas y escaleras de agua, todo es siempre un volver, sólo la lluvia ha de pasar. Aléjate, aléjate; quizás sólo así vuelvas por primera vez. En la ruina de nuestras alas se construye, perverso, la imagen del estanque vacío. Oh terrible ley que somos. Lo-que-da-origen y lo-que-es-originado. Las estrellas enmudecieron cuando nos vieron despertar, pan y tormenta de un juego de niños. Somos desdichados porque creemos en el amor. Es cierto. Lo grita la canción de los amantes. Sólo los ángeles pueden sufrir en el infierno. Siempre, del otro lado de nosotros, se irradia el dolor por el nosotros perdido. Pero yo me río de lo sempiterno. Nadia habrá de consolarme, nadie. Nuestro cuerpo es el único infierno donde todavía brilla un sol. Tal vez con darle forma. El mal es el trono el bien. Amazonia. Oh preciosa gloria de Hera. Imágenes. Somos desdichados porque creemos en el amor.Sin embargo, tú y yo lo sabemos. Es injusto hablar así.A Franco Invernizzi, un amigo
en la paciente desesperación y el fuego sagrado del presente